¡Oh noble castaña, fruto bendito, Que en otoño tu esencia se revela, Eres joya de tierra y bosquecito, Tu presencia en la vida es una estrella. En tu corteza dura y rugosa, Resguardas un tesoro escondido, Un manjar que al comerlo embriagosa, Dulce néctar en tu interior fundido. Tu figura, redonda y reluciente, Recuerda al astro rey, el sol dorado, Y en cada surco, misterio latente, Historias mil de la tierra has guardado. Bajo la fronda de frondosos alcornoques, Te ocultas con pudor y discreción, Y al ser hallada, emanas tus nobles, Aromas que conquistan corazón. En castañares, tesoros esparces, Que deleitan paladares ansiosos, Pues en tu carne el fuego aún abarces, Y al probarla, somos seres dichosos. Oda a ti, castaña, símbolo eterno, De la naturaleza y su grandeza, Con tu presencia, todo es más tierno, Y se engrandece la belleza. Cálida castaña, humilde y sincera, Gracias por ser regalo de la tierra, En cada estación, tu luz perdura, ¡Oh, castaña! ¡Eres mi dulce premura |
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